domingo, 6 de enero de 2019

LLEGAN LOS REYES

Resultado de imagen de Mt 2,1-12
Mt 2,1-12
Siempre se ha presentado el día de reyes como un día de gran ilusión. Creo, y así lo he vivido desde mi infancia, el acontecimiento de Belén, pasa por debajo de la mesa, si bien, en mi casa vivíamos la ilusión, como en todas las casas, de ir moviendo los reyes hacia el portal hasta llegar el día señalado. Confieso que, en el sencillo y pequeño portal que tengo en casa hoy, he movido los reyes hasta el encuentro con el Niño Dios, lo que demuestra que lo vivido desde la infancia se recuerda.

Pero, ¿por qué digo esto? Porque, lo que prima y ha primado siempre en esos días son los regalos y la fiesta en sí desgajada de lo que realmente se celebra. Para los niños una ilusión, pero también para los mayores, que no desentona ni es malo, pero, lo peor es esa desencarnada celebración sustituida por una ilusión que se antepone al hecho del nacimiento del Hijo de Dios. 

Porque, el mayor regalo que nuestros padres nos debían presentar y transmitir es el nacimiento del Niño, el Hijo de Dios hecho Hombre, que tomando nuestra naturaleza humana sin dejar la Divina, viene a nosotros de manera sencilla y sin ruidos para, entre nosotros, salvarnos. Y ese debe ser el mensaje central, al margen de los regalos. Dios se hace Hombre para regalarnos la salvación eterna. Para darnos un vida no solo humana y finita sino también eterna y junto a Él.

Y los tres reyes simbolizan esa actitud que todos los hombres deben tener de inquietud y movimiento en salir en busca de ese Niño del que ha sido anunciado su nacimiento. Tres reyes que engloban a todas las razas y a todos lo hombres. Tres reyes que, arriesgando sus vidas y aceptando el sacrificio del viaje incómodo y exigido de fe, pues no sabían muy bien donde iban a llegar, confían y siguen la señal de la estrella que los conducen a descubrir ese encuentro con el Señor.

Día de reyes que nos debe de interpelar que, por encima de todos los regalos recibidos está el mayor y mejor regalo, el amor de Dios que nos salva y nos da la vida eterna en plenitud. En este sentido: 
 ¡FELICES REYES!