jueves, 31 de agosto de 2023

NUNCA OLVIDEMOS QUE NADA PODEMOS OCULTAR A DIOS NUESTRO PADRE.

Es posible que nos hayamos quedado con la cantinela de que la luz que va delante es la que alumbra y que, en ese sentido, queramos aprovechar los días que vivimos en este mundo. Nos equivocamos si creyendo que Dios, nuestro Padre, está ausente, actuamos según nuestros caprichos, egoísmos e intereses pasionales y materiales. Dios sabe y conoce cada instante de nuestra vida y no podemos engañarle. Por otro lado, si fuese así dejaría de ser Dios.

Y nuestros cuidados sobre las personas que en alguna medida depende de nosotros, por ejemplo la etapa de formación, desarrollo y educación de nuestros hijos, catequistas, grupos de pastorales, familiares, padres…etc. están siempre a la vista de nuestro Padre Dios. Él, precisamente es nuestro público y cuando pensamos y creemos que nadie nos ve, Dios tiene su mirada sobre nosotros y ve en lo secreto nuestras intenciones y comportamientos.

Debemos y tenemos que estar siempre prestos a tener una conducta tal y como espera nuestro Padre Dios. Una conducta según y de acuerdo con su Voluntad, con sus mandamientos y en correspondencia a su Amor Misericordioso. Es evidente que somos débiles y frágiles para rompernos, quebrantar la ley y desobedecer la Voluntad de Dios. Se nos ha concedido esa libertad y heridos en nuestra naturaleza humana quebrantamos los mandatos del Señor.

Pero, la Infinita Misericordia de nuestro Padre Dios nos concede el perdón y la oportunidad de no permanecer caídos sino levantarnos. Volver y volver a levantarnos cada vez que nuestras fuerzas desfallezcan y quebranten la Voluntad de nuestro Padre Dios. Volver con nuevos bríos y arrepentidos con el propósito de no volver a caer, aunque nuestra debilidad sea tal que caigamos.

Esa es la lucha y la perseverancia con la que debemos sostenernos hasta el momento que nos llegue nuestra cita con el Señor. Pidámosle fuerza, voluntad y su Gracia para no desfallecer y sostenernos en el cumplimiento de su Voluntad. Amén.