lunes, 25 de octubre de 2021

UNA CEGUERA PELIGROSA

 

Posiblemente, nuestra ceguera sea más de la que nosotros pensamos. Vivimos en la cuerda floja y, sin embargo, no advertimos el peligro que corremos en cada instante de nuestra corta vida. Porque, cada instante que vivamos en pecado, y de espalda a Dios, corremos un gran peligro. Nos arriesgamos a perder nuestra felicidad eterna, porque ─ en esta vida ─ nuestro verdadero objetivo es ganárnosla aceptando la Misericordia de Dios y viviendo en su Palabra.

Corremos también el peligro de acostumbrarnos, tanto a nuestra vida de pecado, como a nuestra vida de piedad. La rutina de cada día puede convertirse en una costumbre paralizada, e incluso encorvada, como la mujer del Evangelio de hoy. Sin darnos cuenta paralizamos nuestra vida y nos impedimos crecer, avanzar en amor y misericordia. Nuestra fe queda estancada y adaptada a las normas y cumplimientos.

Y, Jesús, nos despierta, nos sana contando con nuestra disponibilidad y permiso. Busca despertarnos y que espabilemos. Nos sacude para que salgamos de esa idea de poner todo en manos de unas normas y cumplimientos.  Porque, amar es algo más profundo, más personal, complejo y directo a la persona. Y, por supuesto, más comprometido. De modo que busca el bien de la persona por encima del bien personal.