Sin ninguna duda,
aunque en muchos momentos de mi vida me parece tener fe, soy de los que creen
que mi fe es poca y débil. Supongo que zarandeado por tempestades de ese
calibre mi fe sería muy poca aunque me cueste creerlo. Porque, una cosa es lo
que decimos y creemos en momentos de calma y luz, y otra, vernos en la oscuridad
de la tempestad y sin vislumbrar ningún atisbo de esperanza.
No tengo ningún
problema en confesarme pecador, porque realmente lo reconozco y lo soy. Pero,
tampoco pierdo, por ello, la esperanza, porque creo, eso sí, que mi Padre Dios
me quiere salvar y me perdona todas mis debilidades y pecados. Y ese confiar en
la Infinita Misericordia de mi Padre Dios me fortalece, me aviva mi camino, me
llena de esperanza y me levanta en medio de las tempestades que asolan mi vida.
Y no dejo de pedirle que aumente mi fe y que llene mi corazón de luz y paz. Porque, he de tener muy en cuenta de que en la presencia de Dios todo peligro queda reducido a la nada, pues con Él podemos estar tranquilos y hasta dormir.