sábado, 3 de octubre de 2020

DICHOSOS EN Y POR JESÚS

 

Quizás, de forma inconsciente, nos atribuimos méritos a nuestros logros sin pensar que todo lo que somos y hacemos tiene su causa en y por la Gracia de Dios. Nos sentimos dichosos al experimentar que hemos salido victoriosos contra el mal y, posiblemente, olvidamos que todo nos viene de la mano de nuestro Padre Dios. Lo verdaderamente es descubrir el Infinito Amor de Dios, sentirme querido por Él y experimentar mi estrecha relación de colaboración en la proclamación de la Buena Noticia auxiliado por el Espíritu Santo, recibido en la hora de mi bautismo.

Jesús nos lo dice en el Evangelio: En aquel tiempo, regresaron alegres los setenta y dos, diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño; pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos». 

La experiencia nos descubre que solo los sencillos y, por supuesto, los humildes, son capaces de abrir sus corazones a la escucha de la Palabra de Dios, porque, la soberbia levanta una muralla que impide escuchar y aceptar la Palabra de Dios. Estamos alegres y dichosos porque no vamos solos a la misión, sino que en cada instante de nuestras vidas vamos acompañados del Espíritu de Dios.

Pero, también, de nuestro asignado Ángel de la Guarda, que nos ilumina, nos aconseja y ayuda en todo aquello que, espiritualmente, nos puede perjudicar y apartar del camino del Señor e impide que nuestra soberbia nos arrebate sugiriéndonos humildad y transparencia para que nuestra vida sea coherente con el Anuncio de la Buena Noticia.