martes, 6 de junio de 2023

LA NO COHERENCIA ENTRE PALABRA Y VIDA SE LLAMA HIPOCRESÍA

La hipocresía siempre ha estado presente en la vida de los hombres. Es la puerta de la mentira, de la falsedad y del pecado. Mientes para aparentar lo que no haces. Dices ser pero mientes en el hacer. Y cuando se descubre esa incoherencia la hipocresía queda desnuda y visible.

El Evangelio de hoy martes plantea ese problema. Algunos de los fariseos y herodianos de la época de Jesús le buscan para plantearle una pregunta con la intención de ponerle en un aprieto y echar abajo su prestigio. Buscan enfrentarlo con el Cesar y le hacen esa pregunta: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?».

Conocemos la respuesta: Traedme un denario, que lo vea». Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?». Ellos le dijeron: «Del César». Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios».

Es evidente que cada cual tiene su lugar en la sociedad. El Cesar es el emperador pero también un hombre, criatura de Dios. Tendrá su puesto y lugar pero no deja de ser un hombre. Por el otro lado está Dios, Creador y Señor de todo lo visible e invisible. Señor de la vida y la muerte y Padre nuestro. Un Padre Dios del que nos habla Jesús y del que nos anuncia su Amor Misericordioso y deseos de rescatarnos como verdaderos hijos rescatándonos nuestra dignidad perdida por el pecado.

Y esa es la cuestión, discernir a la luz del Espíritu Santo quien es el Cesar y el lugar que ocupa y quien realmente es nuestro Padre Dios. Por tanto, daremos al Cesar, entendiendo por Cesar nuestros derechos y deberes respecto a nuestros compromiso en el mundo que vivimos, y lo que le corresponde a Dios, nuestro Padre, adoración y alabanza por los siglos de los siglos y, según nuestro compromiso de bautismo, amor a Él y al prójimo.