El
mandato del Señor es precisamente ese, «el
esfuerzo de cada día por amarnos».
Porque, en el amor se esconde la verdad, la justicia y la paz. Y, se aman, los
amigos, los que no tienen secreto y se saben iguales en derecho y dignidad. Las
Palabras del Señor a este respecto nos lo aclara: Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo
os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo;
a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he
dado a conocer.
Hemos sido elegidos por el Señor para amar, y, quienes se desmarcan de ese amor sin condiciones, gratuito y sin esperar recompensa, se borran de la lista que el Padre ha dado a su Hijo. Somos libres para elegir el camino del amor, al estilo de Jesús, o al estilo del mundo, un amor egoísta, que espera recibir lo que da y no da donde no hay posibilidad de recibir. Es el estilo que impone el mundo y en el que vemos que con esa forma de amar no hay verdad, justicia ni paz. Y así está el mundo, basta mirarlo con detenimiento y observar que impera el mal y se impone el hedonismo, el bien vivir sin pensar en aquellos que sufren y que necesitan, quizás más, del amor de los demás.