domingo, 28 de octubre de 2018

EN LA OSCURIDAD DE LA VIDA

Resultado de imagen de Mc 10,46-52
Mc 10,46-52
La vida tiene muchas facetas oscuras en las que no encontramos el camino. Y muchas veces la oscuridad no está afuera, sino dentro de nosotros mismos. Nuestra soberbia, sinrazón y dureza de corazón hacen que la oscuridad permanezca y erremos el camino. Quizás, porque vemos, no advertimos el peligro ni tampoco la oscuridad. La cuestión es ver, pero no ver la luz de los colores y la del sol, sino ver el camino verdadero que nos conduce a la verdadera Luz, la que nos invade de gozo y felicidad eterna.

El Evangelio de hoy nos presenta ese momento en que el ciego Bartimeo pidió al Señor ver. Pero, no sólo ver con sus ojos físicos, sino también con los ojos del corazón, de la verdad y de la justicia. Esa es la primera luz que tenemos que pedir ver, porque la otra es transitoria y se puede sustituir o sobrellevar. Pero, la primera es imprescindible para ver gozosamente y eternamente.

Pero, para ver la Luz de la Verdad es necesario la vista de la fe y eso no está dentro de nuestras posibilidades. La fe es un don de Dios, nuestro Padre, y nos la dará en la medida que la pidamos, la busquemos y confiemos en Él. Dios, nuestro Padre quiere salvarnos y, por lo tanto, nos dará la fe, pero, para eso habrá que merecerla, es decir, reconocernos sus hijos, pecadores y necesitados de su Palabra.

Pedir al Señor, como Bartimeo, que vea es el primer paso para iniciarte, por la Gracia de Dios, en el único y verdadero camino de la fe y, por ella, fortalecerte en la oración, en la escucha de la Palabra y en las buenas obras de misericordia espirituales y corporales. No es fácil y se necesita perseverancia en la presencia del Señor y abiertos a la acción del Espíritu Santo.

Hoy hay una pregunta que hacer, y es: ¡Señor, que vea!