Jesús, nuestro Señor, es el enviado del Padre, a quien
nadie conoce ni ha visto. Y, precisamente, no le conocen porque se resisten a
conocer a Jesús, que viene en nombre del Padre y avalado por el Padre, que da
testimonio de Él. Su testimonio es, pues, valido porque sabe quien es y en
nombre de quien viene. Y, precisamente, viene a alumbrarnos nuestra vida,
nuestro interior, nuestras imperfecciones. Porque, si nos reconocemos
imperfectos, nuestro camino debe ir mejorando y caminar hacia la perfección, a
pesar de queo no podamos alcanzarla plenamente.
Vernos interiormente tal y como somos: nuestra naturaleza herida por el pecado: soberbia, vicios, debilidades y pasiones que avivan nuestras flaquezas y caídas, y ponen de manifiesto nuestra impotencia para resistirnos y liberarnos de la tentación al pecado. Y solo Jesús nos ilumina, nos libera y nos señala el camino a seguir.