Cuando la confianza
es plena en una persona estamos con ella hasta las últimas consecuencias. Y eso
sucede con Jesús, su Palabra es Palabra de Vida Eterna porque nunca falla,
siempre está firme y jamás nos abandona. Todo en Él se ha cumplido hasta el
punto de que bien sabía Él quien creía y quien no. Incluso, hasta saber quien
lo iba a traicionar. Sin embargo, su compromiso es tal que Él siempre está a
nuestro lado.
Hoy sucede lo
mismo, muchos huyen, se evaden, les cuesta seguir adelante. Posiblemente no
creen en la Infinita Misericordia de Dios. Se hace dura levantarse, lo vemos y
entendemos en aquel hijo pródigo de la parábola, pero vale la pena levantarse y
humillarse ante Dios. Él es un Padre Misericordioso que nos está esperando,
como en la parábola, y nos abre sus brazos para acogernos, aceptar nuestro
arrepentimiento y darnos su Amor Misericordioso.
Pregúntate: ¿A
dónde puedes ir que encuentres más de lo que te ofrece el Señor? ¿Acaso crees
que el mundo te ofrece algo que vale la pena? Todo lo caduco no tiene valor, al
final desaparece y con él se va también tu ficticia y aparente felicidad. Solo
Dios tiene Palabra que dura, que es Eterna. Él es nuestro Señor. Señor de la Vida y de la muerte y a Él solo vale la pena
escuchar y seguirle.