lunes, 4 de diciembre de 2023

SÉ, SEÑOR, QUE NO SOY DIGNO DE TI, Y AÚN ASÍ ME QUIERES, ME PERDONAS Y ME SALVAS.

Tu Misericordia es Infinita y me salva. Sin embargo, Señor, me cuesta mucho darme cuenta y valorar ese Gracia que Tú, gratuitamente, me ofreces. Indudablemente, es un misterio para nosotros. No llegamos a comprenderte ni a entender como somos perdonados de todos nuestros pecados. Te fallamos, ofendemos y te damos la espalda, y Tú, Señor, estás siempre ahí, con tus brazos abiertos y tu Misericordia ofrecida. No lo entiendo, Señor, pero ansioso e infinitamente agradecido lo acepto.

Eso sí, Señor, experimento gozo y alegría cuando vivo en las coordenadas que Tú me aconsejas y me sugieres. Cuando trato y me esfuerzo en amar, siento gozo y me harto de satisfacción por haber ayudado a alguien; por sentirme útil y servir. ¿Es eso señal, Señor, de que en el amor está la felicidad? Es eso lo que Tú me dices y yo quiero vivirlo, porque experimento que es verdad.

Sí, Señor, razón tienes de anunciarte como el Camino, la Verdad y la Vida. Realmente lo eres. Y cuando seguimos tu camino encontramos eso que tanto buscamos, la eterna felicidad. Si bien, es verdad que mientras vamos descubriéndote y caminando por este mundo hay momentos de duda, de confusión, de sufrimiento y dolor. Posiblemente sea ese el camino. Solo llegamos a amar cuando experimentamos dolor. Tú, mi Señor, nos lo has demostrado en la Cruz.

Tengo que decir, junto con el centurión, que no soy digno de merecer nada de todo lo que he y voy recibiendo cada día de mi vida. Todo me es dado gratis, regalado y sin ningún merecimiento por mi parte. ¡Qué puedo decir, Señor! Simplemente, lo que digo todos los días delante de Ti: «No soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.