sábado, 18 de abril de 2020

LA RESURRECCIÓN NO SE IMPONE SE EXPERIMENTA

Catholik-blog: Evangelio diario meditado - Vayan por todo el mundo ...
Mc 16,9-15
Para los apóstoles sería fácil haber creído en la Resurrección si eso es lo que hubiesen deseado. Sin embargo, no fue así, pues ellos no esperaban que eso fuera posible. Ya, ante las advertencias de Jesús que iba a sufrir su Pasión y que sería condenado y muerto, no le creían o no le entendían. Posiblemente, no querían ni imaginarse eso. Y es natural que eso suceda, pues son acontecimientos que no caben en nuestras cabezas.

¿No nos ocurre a nosotros lo mismo? ¿Nos parece fácil entender y creer que Jesús iba a morir y a resucitar al tercer día? Ponernos en el lugar de Pedro y los demás nos puede ayudar a comprenderle y a entender el gran mérito de sus esfuerzos y sus disponibilidades a ponerse en manos del Espíritu Santo. Quizás, la misma que también tenemos nosotros que hacer ahora, abrirnos a la acción del Espíritu Santo.

Porque, tampoco es fácil para nosotros. La resurrección de nuestro Señor Jesús no es fácil de digerir ni tampoco algo que se puede entender. Es fruto de una disponibilidad, de un deseo de darle sentido a nuestra vida y de experimentar que nuestro camino no puede terminar en este mundo absurdo y sin esperanza más allá de la muerte. Es el descubrimiento de lo que vive en nuestro corazón, la esperanza de la eternidad plena y gozosa. Porque, dentro de nosotros está la llama de la Vida, de esa agua que salta hasta la Vida Eterna.

Y cuando se descubre eso, se abre tu entendimiento y, por la Gracia del Espíritu Santo, ves al Resucitado y tu corazón se ilumina con la Verdad y la Vida. Creo humildemente que eso fue lo que sucedió con los apóstoles a través de las muchas apariciones en las que vieron a Jesús y con el que se fueron familiarizando hasta comprender que todo lo que estaba escrito en las Escrituras se había cumplido en Él. 

Por tanto, era ese Mesías anunciado y profetizado por los profetas. Era ese Mesías al que aludía Moisés y del que se advertía en las Escrituras. Era el esperado, el Salvador que venía a liberar al pueblo elegido. Era el Dios hecho Hombre. Esa familiaridad con Jesús les hizo comprender de forma natural que estaba vivo y que había resucitado.