martes, 24 de octubre de 2023

EN LA ESPERA DE ENCONTRARNOS GOZOSAMENTE CON ÉL

La vida, la verdadera vida no tiene otro fundamento ni otra importancia sino la de esperar el encuentro con el Señor. Un encuentro que está programado con y en la hora de nuestra muerte. Ese es el paso, la llave y la puerta que todos hemos de pasar y, por eso, el momento más glorioso e importante de nuestra vida.

Desde esa perspectiva diríamos que la vida es una preparación para la muerte. Una muerte que representa y significa el encuentro con nuestro Creador, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es, la vida, un adviento, en el que pronto vamos a entrar, constante y permanente. Es un estado de vigilancia y de tener siempre y en cada momento la alcuza de nuestro aceite preparada y llena para la hora de la llegada del Novio.

¿Qué otra cosa puede importar en nuestra vida? ¿No queremos ser felices eternamente? Pues ese es el camino, un camino alegre y gozoso, a pesar de nuestros despojos y desprendimientos tantos intelectuales como materiales. Disponibles a entregar todo tal y como el Espíritu nos lo vaya revelando y señalando, experimentando que cada instante de entrega y de darnos en bien a los demás es un instante de verdadero gozo y felicidad. Un gozo y felicidad que no se va sino que permanece de manera memorial en nuestros corazones significando que nuestro cielo eterno ya ha empezado aquí.

Esa espera a que llegue y llame – contenida en la hora e instante de nuestra muerte – es el motor que nos sostiene activos, alegres, gozosos y en esperanza para seguir en el camino. Dichosos y alegres somos cuando caminamos y vivimos en esa actitud de espera vigilantes y activos en darnos gratuitamente, en servicio por y para el bien sosteniendo siempre nuestra lámpara encendida. Dichosos y bienaventurados que vivimos en continua alegría y esperanza por encontrarnos cara a cara con el Señor. Dichosos cuando entendemos y aceptamos la cruz de nuestro camino y la ofrecemos en servicio por amor y en espera gozosa de encontrarnos con el Señor. La muerte pasa inadvertida y apenas nos inquieta ni nos importa. Estamos gozosos de vernos con el Señor, de que nos reciba en su Casa y nos llene de gozo y felicidad eterna. Y la muerte es la puerta que nos abre a ese encuentro con Él.