martes, 7 de junio de 2022

CON TU VIDA: LUZ Y SAL

Jesús, el Hijo de Dios, enviado por el Padre nos ha comunicado el Amor Misericordioso de su Padre y su propuesta de colaboración con Él, el Hijo, para anunciar al mundo esa Buena Noticia del Amor Misericordioso del Padre. De esta manera y porque el Padre así lo ha querido, su Hijo, nuestro Señor, nos pide que seamos luz y sal, con nuestras obras y actitudes de amor misericordioso, para mostrar al mundo su Amor Misericordioso.

—No es cuestión de ser, también, creo, —dijo Manuel— se hace necesario parecer. Porque, lo que no se ve, no se conoce ni se desea. ¿No te parece Pedro?

—Sí, creo que tienes razón. Es necesario ser luz y sal, tal como nos dice hoy el Evangelio. Las buenas obras hablan por sí mismo y transmiten mejor el mensaje de amor y misericordia.

—Además —intervino Manuel— cuando se experimenta el amor, de forma gratuita y sin condiciones, impacta de forma positiva en la persona que lo recibe. Es entonces cuando el Evangelio se hace luz y sal donde se ve y realiza.

—Cierto —asintió Pedro.

La luz se percibe cuando la claridad de la verdad se hace realidad en la vida de cada día. Y esa verdad esta visibilizada en la acción desinteresada, entregada y gratuita de una persona. La pregunta que viene inmediatamente a nuestra mente es, ¿por qué hace esto? ¿Qué interés le mueve? Y no se encuentra respuesta, La única es el amor. Se hace por amor. Un amor que viene de Dios y que se proyecta, de la misma forma, en la relación con los demás.

—Cuando la palabra de tu mensaje no está en sintonía con tu vida, el anuncio no llega. Tu luz se apaga y tu sal se vuelve sosa. Es vital que tu palabra vaya en sintonía con tu vida. ¿No lo crees así, Pedro?

—No sólo lo creo, Manuel, sino que lo corroboro. Mi vida deja de ser luz y sal en cuanto no está en relación coherente con la Palabra de Dios. De ahí que Jesús, el Señor, me lo deje claro en el Evangelio de hoy: (Mt 5,13-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada…

Ambos compañeros se miraron complacidos y pensaban «no podemos atrevernos a ser luz y sal desde nuestra realidad humana, desde nuestra naturaleza herida y débil ante el pecado, necesitamos al Espíritu Santo, que nos asiste y nos fortalece para que nuestro ser y obrar sea coherente y transmita ese amor misericordioso que nuestro Padre Dios nos propone. Y así se lo propusieron, abriéndose a la acción del Espíritu Santo.