miércoles, 2 de agosto de 2023

DENTRO DE MÍ HAY UN TESORO ESCONDIDO: ¿SOY YO ESE CAMPO DEL QUE HABLA EL SEÑOR?

Posiblemente no tenga que buscar afuera ni en ningún campo porque el Tesoro está dentro de mí. Jesús nos habla en parábolas y toma las situaciones por todos conocidas: tesoro y campo, para darnos a entender de forma amena y clara el gran tesoro que somos para Él.

Somos nosotros eseTesoro escondido. Dios nos ha creado semejantes a Él y ha sembrado en nuestro corazón la semilla de su Amor. A nosotros nos toca descubrirlo. Y no es nada fácil. La primera opción es ponernos en busca. Encontrar supone y exige buscar. Quien no busca no encuentra. Esta primera opción da pie a una primera pregunta: ¿Realmente estoy buscando ese Tesoro? Y si lo busco, ¿dónde lo hago?

La respuesta a esta primer pregunta nos puede aclarar muchos aspectos tanto de nuestra búsqueda como del lugar donde buscamos. Es evidente que estamos en este mundo y, a primera vista, lo aparente es buscar ese Tesoro en él. Sin embargo, la experiencia de muchos nos alumbran a que en este mundo no parece estar o, al menos, no lo encuentran. Luego, ¿qué hacemos?

Declinar nuestra responsabilidad y abandonar la búsqueda es algo parecido a resignarnos a no echar raíces o dejarlas secar por la abundancia de piedras o abrojos en ese terreno donde hemos sido sembrados. Nuestra tierra, aunque contaminadas con la dureza, piedras y abrojos, también tiene tierra buena. El trabajo de búsqueda consiste en limpiarla, ararla y abonarla. Esa tierra que buscamos y donde se esconde ese Tesoro buscado es nuestro corazón. Es ahí donde lo ha sembrado el Sembrador, nuestro Señor, y es ahí donde nosotros debemos buscar, limpiar, arar, abonar y dar frutos.

Somos nosotros ese campo donde nuestro Padre Dios ha escondido y sembrado su Palabra, su Reino. Cada uno de nosotros somos un sembrado particular, por decirlo de alguna manera simbólica, que Dios ha mimado y sembrado con su Palabra. Busquemos, pues, dentro de nosotros y, con los Sacramentos, abonemos nuestro propio terreno para dejarlo limpio y fértil en manos de nuestro Padre Dios.