sábado, 4 de junio de 2022

MIRANDO LO QUE HACEN LOS DEMÁS

Nuestra inclinación es actuar mirando a los demás. El respeto humano condiciona nuestro actuar y nuestra manera – aparente – de ser. Aparentamos, ante la mirada de los otros, nuestra manera de comportarnos y relacionarnos. Estamos condicionados por ese instinto a dejarnos interpelar por la mirada de los otros. Y, también, inclinados a fisgonear, mutuamente, en lo que hacen los demás. De manera que, ambos nos interpelamos y condicionamos en apariencias para disfrazar nuestra manera de ser.

A pesar de todo, el ser humano es un ser en relación y, para vivir necesita relacionarse. Pero, tal como hemos comentado anteriormente, una cosa es la necesidad de relación y otra el fisgoneo.

En cierta ocasión, Manuel, observando que alguien lo miraba de forma fiscalizadora y fisgoneaba todos sus movimientos, dijo:

—Está usted juzgando lo que hago.

—Nada de eso —respondió el aludido—. Observo con admiración lo que usted hace y, me sorprende «fijando la mirada en la mesa» ese Evangelio de cada día que tiene a su lado.

—¡Ah!, le sorprende lo del Evangelio. No me extraña, pues, no es el primero. En muchos momentos la gente me toma por un ser extraño. La realidad es que no parece muy frecuente leer el Evangelio y reflexionar sobre lo que dice. Al menos en mucho lugares de este mundo.

—Sí —respondió el que fisgoneaba— parece extraño y raro. Sobre todo cuando lo que se busca es el interés personal, satisfacer su egoísmo y amar con condiciones.

—Efectivamente, amar tal y como eres amado por nuestro Padre Dios es la meta y objetivo del ser humano. Primero, la fe es prioritaria y, por la fe, llega a cambiar el rumbo de tu vida y obrar. Sobre todo, el no estar tan pendiente de lo que hacen otros. Se trata de ser y actuar por ti mismo, sin que influya en ti lo que piensen y hagan otros.

—Tienes razón. A veces nos influye lo que hacen otros y, no es nada malo si lo que hacen es bueno y ayuda a mejorar como persona. Pero, sí, es peligroso cuando ese dejarnos influir nos hace peores personas. Y me alegro haberme fijado en usted, pues me ha dado un ejemplo y ayudado a plantearme el no estar tan pendiente de lo que hacen otros para ser yo.

—Nada, ha sido un placer. Todo sea para gloria de Dios.