Nuestra
inclinación es actuar mirando a los demás. El respeto humano condiciona nuestro
actuar y nuestra manera – aparente – de ser. Aparentamos, ante la mirada de los
otros, nuestra manera de comportarnos y relacionarnos. Estamos condicionados
por ese instinto a dejarnos interpelar por la mirada de los otros. Y, también,
inclinados a fisgonear, mutuamente, en lo que hacen los demás. De manera que, ambos
nos interpelamos y condicionamos en apariencias para disfrazar nuestra manera
de ser.
A
pesar de todo, el ser humano es un ser en relación y, para vivir necesita
relacionarse. Pero, tal como hemos comentado anteriormente, una cosa es la
necesidad de relación y otra el fisgoneo.
En
cierta ocasión, Manuel, observando que alguien lo miraba de forma fiscalizadora
y fisgoneaba todos sus movimientos, dijo:
—Está
usted juzgando lo que hago.
—Nada
de eso —respondió el aludido—. Observo con admiración lo que usted hace y, me sorprende
«fijando la mirada en la
mesa» ese Evangelio de cada
día que tiene a su lado.
—¡Ah!,
le sorprende lo del Evangelio. No me extraña, pues, no es el primero. En muchos
momentos la gente me toma por un ser extraño. La realidad es que no parece muy
frecuente leer el Evangelio y reflexionar sobre lo que dice. Al menos en mucho
lugares de este mundo.
—Sí
—respondió el que fisgoneaba— parece extraño y raro. Sobre todo cuando lo que
se busca es el interés personal, satisfacer su egoísmo y amar con condiciones.
—Efectivamente,
amar tal y como eres amado por nuestro Padre Dios es la meta y objetivo del ser
humano. Primero, la fe es prioritaria y, por la fe, llega a cambiar el rumbo de
tu vida y obrar. Sobre todo, el no estar tan pendiente de lo que hacen otros.
Se trata de ser y actuar por ti mismo, sin que influya en ti lo que piensen y
hagan otros.
—Tienes
razón. A veces nos influye lo que hacen otros y, no es nada malo si lo que
hacen es bueno y ayuda a mejorar como persona. Pero, sí, es peligroso cuando
ese dejarnos influir nos hace peores personas. Y me alegro haberme fijado en
usted, pues me ha dado un ejemplo y ayudado a plantearme el no estar tan pendiente
de lo que hacen otros para ser yo.
—Nada, ha sido un placer. Todo sea para gloria de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.