Porque,
creer en Jesús es creer en el Padre y a quien el Padre envía, su Espíritu, para
que lleve al Hijo a cumplir la misión del Padre, anunciar su Amor
Misericordioso. Y quienes creemos en el Hijo, ponemos también nuestra confianza
y nuestra fe en quien lo ha enviado, el Padre. Y abrirnos a la acción del
Espíritu Santo es ponernos en una actitud de disponibilidad para, recibir al
Espíritu y actuar, asistido y fortalecido en y por Él, como actuó Jesús
Porque,
somos también nosotros enviados y es el Espíritu quien nos guía y nos fortalece
para que podamos cumplir esa misión que tenemos de dar testimonio y anuncio del
amor misericordioso de nuestro Padre Dios. Y hacerlo desde la paz y la
serenidad de sabernos auxiliados en el Espíritu Santo.
—Hay
muchos momentos en mi vida —dijo Manuel— que me siento falto de fuerza,
desanimando e impotente para poder sostenerme firme y fiel a la Palabra de
Dios. Me derrumbo ante tanta dificultad, tentación e indiferencia del mundo que
me rodea.
—Supongo
que ese es el camino que nos espera y que hay que recorrer. Y creo, el
Evangelio de hoy lo deja claro, que la asistencia del Espíritu Santo es vital.
Jesús nos lo dice muy claro: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío».
Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes
perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les
quedan retenidos». —Respondió
Pedro.
—Sin la asistencia del Espíritu no podremos vencer ni superar los obstáculos. Por eso lo recibimos en la hora de nuestro bautizo – comentó Manuel. Por eso, lo verdaderamente importante es ser consciente de su presencia y abrirnos a su acción para dejarnos dirigir según sus impulsos. Y eso, previamente, nos exigirá creer en Él. Porque, sin fe no podrá actuar el Espíritu.
Amén espíritu santo tocanos con amor
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