miércoles, 11 de septiembre de 2019

EN BUSCA DE LA MEJOR RECOMPENSA

Resultado de imagen de Lc 6,20-26
Sin lugar a duda, todos buscamos una recompensa escondida en nuestra manera de actuar. Es algo innato como si de un instinto se tratara que no podemos reprimir. Pero, hay dos maneras de buscarla, la primera, de forma individual y egoísta, y la segunda, mirando al bien y alivio de los demás, sobre todo los más desfavorecidos y necesitados.

Es incuestionable que la primera, aunque a simple vista parece más atractiva y prometedora, sobre todo de acuerdo con nuestra naturaleza humana, sus consecuencias posteriores serán malas y de perdición; la segunda, a pesar de presentarse más complicada, no apetecible y bastante estrecho su camino, es el mayor Tesoro que podemos encontrar y que nos hace plenamente feliz.

Ahora, la respuesta se centra en ti y en mí. ¿Qué opción de búsqueda elegimos? ¿La primera o la segunda? De eso dependerá el ritmo y resultado del caminar de nuestra propia vida, porque, nuestro caminar será según la opción que hayamos elegido. Porque, si se trata de la primera, buscaremos placer, comodidades, dinero y todo los que nos ofrezca satisfacciones y bienestar. Es el camino por la puerta ancha donde todo vale con tal de encontrar tus propias satisfacciones. En este camino sólo cuentas tú y tu bienestar. Los demás son mirados como objetos para tu propio provecho.

La segunda se presenta con más difícultades. El camino se estrecha y los problemas no se reducen a los propios tuyos sino se extienden también a los que están a tu lado. Ello te invita a compartir con los otros sus desdichas y sufrimientos y a llorar con los que lloran, a padecer hambre y sed de justicia con los que luchan por un mundo vivido en la verdad, a sufrir y soportar el odio, las exclusiones y todo tipo de afrentas por mantenerte fiel a las enseñanzas de Jesús.

Al final de ese camino, que siendo desagradabe se hace en lo más profundo de tu corazón gozoso, se esconde ese maravilloso Tesoro que que promete nuestro Señor. Por eso, Jesús llama ya bienaventurados a todos aquellos que creen en Él y, confiados en su Palabra, se atreven en su Nombre a entrar por la puerta estrecha.