lunes, 31 de mayo de 2021

MARÍA, DE SER ANUNCIADA COMO MADRE DEL MESÍAS, PASA A NUNCIAR SU VENIDA

 

María no tarda en reaccionar. Inmediatamente corre llena de gozo a compartir con su prima Isabel la alegría de la maternidad. Una, la Madre de Dios; la otra, la madre del precursor. Todo es alegría y gozo porque se saben elegidos para, el uno, dar el pistoletazo de salida y preparar los caminos al Señor, y, el Otro, enviado por el Padre a manifestar y anunciar su Infinito Amor a todo el mundo.

Es la primera anunciadora de la venida de Jesús, su Hijo, el Mesías prometido, al mundo. Es la primera en cantar esas alabanzas y glorias - el Magnificat - en correspondencia al saludo de su prima Isabel: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos».

Este canto, al margen de ser una maravilla, para mí particularmente, desde hace tiempo, es un asombroso milagro que afirma el Amor de Dios y su presencia real entre nosotros. Me pregunto, ¿cómo sabía Isabel qué llevaba María en su vientre, y, a su vez, María, el estado de Isabel? Esto no lo explica sino el Poder y el Amor de Dios. Y, María, su Madre, desde el primer momento de su elección fue obediente, fiel y dispuesta al cumplimiento de la Voluntad de Dios hasta el final de su camino en este mundo, al pie de la Cruz junto a su Hijo.