Lc 12, 49-53 |
Magdalena agachó la
cabeza. Con sus manos entrelazadas, oraba en silencio. Su corazón había
perdonado a sus primos, aunque su padre se oponía.
«¿Cómo iba a rezar el Padrenuestro si no
perdonaba?» —dejó
escapar de sus labios como un murmullo. «¡Tendría
que romper con lo que Jesús le decía en el Evangelio! Y ella quería ser su
amiga y seguir sus enseñanzas».
Aquella tarde, Federico,
pasó por la tertulia. Todavía le duraba la rabieta que había tenido con su hija.
Y con cara de pocos amigos se sentó en la terraza y, señalando a Santiago,
pidió un café.
—Buenas tardes, amigo
Federico, tanto tiempo sin venir por aquí —le saludó Santiago con una gran
sonrisa.
—Sí, a veces se enreda la
vida e interrumpe tus costumbres. Hoy he tenido algo de tiempo y, sobre todo,
necesidad de compartir ciertos problemas que me tienen malhumorado.
—¡Hombre!, sabes que la
terraza es un buen lugar para compartir y encontrar luz y solución, o al menos
fortaleza y paciencia para soportar estos contratiempos que nos trae la vida.
—Por eso estoy aquí —respondió
Federico.
—¡Mira! —exclamó Santiago—,
por allí viene Manuel, y puede ser una luz que nos ayude a ver mejor el
problema.
—Con esa esperanza he
venido, —dijo Federico, con cara complaciente.
—Buenas tardes, ¿qué tal
Federico, cómo andas?
—Bien, aunque con alguna
rabieta de vez en cuando.
—¡Me alegro de verte! Las
rabietas forman parte de la vida. Son pruebas que nos pone el amor para
comprobar nuestra fidelidad.
—Puede que así sea —respondió
Federico, pero hay algunas que nos sobrepasan.
—Todas, porque de no ser
así no serían pruebas. Y bien, ¿qué rabieta te tiene preocupado?
—Se trata de mi hija. Ha sido
ofendida por sus primas en una discusión familiar, y ella está empeñada en perdonarle.
Yo, en cambio, le digo que tiene que recriminarles y obligarles a que le pidan
perdón. ¿Tú qué piensas?
—La vida del cristiano es
disruptiva y, precisamente, esas pruebas de las que hablamos son las que nos
obligan a romper con nuestros razonamientos y criterios. Jesús nos lo dice en Lc
12, 49-53: He venido a prender fuego a la tierra … Nos habla de esos
conflictos a los que tenemos que responder con mansedumbre y misericordia.
—Sí, estoy de acuerdo —dijo
Federico. Pero …
—No hay peros que valga —
le interrumpió Manuel. La respuesta es el Padrenuestro, y no hay otro camino.
—Es lo que le oí a mi hija
decir: ¿Cómo voy a rezar el Padrenuestro si no estoy dispuesta a perdonar?
Todos agacharon la cabeza.
Magdalena había regado la tertulia con su humildad y su misericordia de una
atmósfera de amor y perdón. Y, Federico, su padre, había comprendido que las
diferencias y la unidad solo pueden resolverse con amor. Un amor misericordioso.
La Buena Noticia de Jesús
es disruptiva. Rompe cadenas de injusticia, delata corrupciones ocultas,
derrumba estructuras de desigualdad, cuestionas percepciones que vulneran y
marginan … Y, al final, cuando se acoge en el corazón, siembra la paz.