lunes, 11 de marzo de 2024

PEDIMOS SIGNOS PARA CREER

No es fácil creer. Nuestra razón es obtusa y limitada y no alcanza más allá de lo que pueda ver. Necesita ver para comprender hasta el punto de que solo cree lo que ve. Todo lo que sea fiarse le cuesta y necesita tiempo y testimonio. Sobre estas premisas fiarse de Jesús no comportaría gran problema ni desafío. Y digo esto porque con Jesús todo cambia y es diferente. Su Palabra es veraz, misericordiosa y se cumple. Es otra manera de proclamar y anunciar la verdad. En Él todo es nuevo, veraz y auténtico y llega hasta lo más profundo de nuestros corazones.

La Palabra de Jesús da confianza, mueve nuestro corazón y, sobre todo, se cumple. Eso ayuda y mueve a creerle y fiarse de su Palabra. Sin embargo, muchos no lo ven así, se resisten a creer y piden signos. Supongo que si Jesús no atiende y cura al hijo de aquel funcionario real, éste no hubiese creído. Y añado, a nosotros nos pasaría algo parecido.

No cabe duda de que nosotros llevamos mucha ventaja respecto a aquel funcionario. Sabemos, por el anuncio de la Iglesia, quien es Jesús de Nazaret, y conocemos, al menos deberíamos conocer, su Vida y sus Obras. Y eso nos debe bastar para fiarnos y creer en su Palabra. Aquellos discípulos que iban camino de Emaús experimentaron eso que hoy comparto. Sus corazones prendieron de entusiasmo y de verdad. La Palabra de aquel extraño que caminaba con ellos llegó a sus corazones y, casi sin darse cuenta, experimentaron fuego ardiente en deseos de gozo, alegría y amor. Tal fue su impacto que decidieron regresar alegres a compartirlos con los demás. De un regreso resignado y vencido pasaron a una alegría y gozo de saber que Jesús estaba con ellos. ¡Había Resucitado!

¿Y que esperamos nosotros? ¿Acaso queremos exigirle al Señor algún signo? ¿Queremos que actúe para nosotros y nos haga un milagro? ¿Y pensamos que de esa forma creeríamos en Él? Creo que no pasaría nada, seguiríamos igual. La fe es un don de Dios y hay que buscarla y pedirla. Y eso pasa por acercarnos a Él, tratar de conocerle, de escuchar y de, pacientemente, fiarnos de su Palabra. Luego, lo demás vendrá cuando el quiera. ¿Acaso podemos exigirle?