Posiblemente ese
sea nuestro pecado, pensar que Dios necesita que hagamos buenas obras para
darnos su bendición y salvación. ¿Acaso no nos hemos dado cuenta todavía de que
nuestro Padre Dios no necesita nada de nosotros? Y por consiguiente, ¿no
necesita que hagamos méritos?
Hagamos lo que
hagamos nada tiene suficiente valor delante de nuestro Padre Dios para que
merezcamos la gloria y su amor. Su amor, ¡pidamos luz para darnos cuenta, es Gratuito!,
y por tanto incondicional a nuestros méritos. Es decir, nos salvamos porque
Dios quiere y porque así lo ha decidido Él. Su Amor es Infinito, y su
Misericordia también. Por tanto, descansemos, ¡estamos salvados!
Ahora, ¡mucho
cuidado!, eso no quita que tengamos que esforzarnos, cargar con nuestras cruces
y empeñarnos en darnos en servicio y amor. Porque, sólo dándonos cuenta de que
simplemente somos hijos en actitud de obediencia a nuestro Padre, podemos
confiar y esperar su Infinita Bondad. Porque, todo es Gracia de nuestro Padre
Dios, y nada mérito nuestro.
Por tanto, portarnos bien, hemos sido creados a su imagen y semejanza, como réplicas de su Hijo, pero, en nuestro caso heridos por el pecado, es nuestra meta. Un pecado que sólo podemos vencer unidos al Hijo, que encarnado en Naturaleza Humana ha venido a liberarnos del mismo y señalarnos el Camino, la Verdad y la Vida. Todo nuestros esfuerzos, porque para eso hemos sido creados, deben ir encauzados a hacer un mundo mejor, más fraterno y justo.