jueves, 25 de septiembre de 2025

CUANDO MOLESTA LA PALABRA

Lc 9, 7-9

     «Muerto el perro, se acabó la rabia». Esta frase resume bien lo que suele suceder a aquellos que molestan con su presencia, pero, sobre todo, con su palabra. Muchas personas han sido borradas del mapa por sus actuaciones.
    
    Tenemos muy fresquito el caso de Charlie Kirk, una víctima, recientemente asesinada, pues su palabra, apoyada en la verdad, molestaba a los que quieren imponer la suya.
 
    —Pero esto no es cosa de ahora, ha ocurrido a lo largo de la historia —dijo Pedro. Muchos han sido asesinados porque sus palabras estorbaban los intereses de otros.
    —Y es el gran obstáculo que impides a muchas personas honestas a salir a la palestra. El miedo a que los maten.
 
    Ese era el tema de la tertulia de esta mañana. Todavía no había llegado Manuel y los compañeros tertulianos debatían los acontecimientos que habían sucedido en estos últimos días.
    —¡Bienvenido, amigo Manuel, llegas en un momento oportuno! Hablamos del miedo a decir la verdad, y de lo que sucede a quien se atreve a proclamarla. —¿Estás de acuerdo?
    —Podíamos recordar a muchos mártires de la verdad. Algunos famosos y otros no tanto. Es más, diría que cada día mueren muchos anónimos por defender la verdad.
    —¿Y cuál es esa verdad? —preguntó uno de la tertulia muy interesado.
    —La verdad está siempre del lado de los pobres, de los indefensos, de los excluidos, de los que son sometidos y privados de libertad.
    —Pero … es que …
    —Algunos —respondió Manuel— ante el balbuceo de uno que quiso intervenir, buscan el poder de su propio interés sometiendo a los demás, como le ocurrió a Juan el Bautista, decapitado por Herodes. En —Lc 9, 7-9— se narra esa vorágine del poderoso por acallar la boca de los que proclaman la verdad. Sin embargo, la verdad puede ser acallada un instante, pero nunca destruida.
 
    Sin embargo, los signos del Evangelio son siempre frágiles, como las vidas de los quienes lo anuncian, la de Juan o la de Jesús. Aparentemente, basta la violencia selectiva para acabarlos. Pero son más fuertes que todo eso, reverdecen a cada rato, al viento del Espíritu que sigue iluminando conciencias y movilizando corazones que lo de Dios, un mundo de justicia y dignidad, encuentre nuevos caminos y avance. No hay Herodes que pueda con ellos.