sábado, 24 de septiembre de 2022

UN MIEDO INEVITABLE

Cuando la vida está en peligro el miedo se apodera de todo nuestro ser. Lo desconocido y lo misterioso nos da miedo. Jesús sabe a lo que ha venido y sabe lo de su Pasión. Y, precisamente, cuando todo es fiesta, alegría y admiración, Jesús, trata de preparar a los apóstoles y descubrirles el camino que hay que recorrer: (Lc 9,43b-45): En aquel tiempo, estando todos maravillados por todas las cosas que Jesús hacía, dijo a sus discípulos: «Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Pero ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto.

La experiencia nos dice que el miedo nos pone resistencia a enfrentarnos a la verdad. Tratamos de mirar para otro lado y evitar ver la realidad. Sentimos miedo de enfrentarnos con ella. Eso explica el por qué los apóstoles no le preguntaban a Jesús y se sentían mejor eludir la verdad de los hechos que, tarde o temprano llegarían.

¿Y no nos ocurre igual hoy a nosotros? Esa puede ser una de las preguntas que el Evangelio de hoy nos puede hacer. Tu vida corre peligro de condenarse a la infelicidad eterna si metes la cabeza en un agujero – como la avestruz – y miras para otro lado. Resulta que has sido creado para ser feliz pero, tú, por no atreverte a mirar la vida de frente, vas a perderla por miedo y por la comodidad de vivir - ¡cuatro días -! en una relativa felicidad. Quizás tengamos miedo también de mirar a Jesús cara a cara, escucharle y preguntarle, seguir su Camino, Verdad y Vida. Porque, es ahí donde está todo el tesoro que buscamos: Felicidad plena y eterna.

Se hace, no solo necesario sino imprescindible pararnos y pensar. Pensar en nosotros mismos, en nuestro camino y a dónde vamos. Porque, tarde o temprano, quieras o no quieras, tu pasión también llegará y no habrá otra salida que la que nos señala Jesús. Él es el Camino, la Verdad y la Vida.