No es cuestión de
decir sí, pero… Se trata de un si rotundo, afirmativo y pleno de ejecución.
Claro, nuestra naturaleza, contagiada y herida por el pecado, nos va a fallar.
Somos reos de pecado y de traición. El Señor ya lo sabía y, a pesar de eso deposita
su confianza en cada uno de nosotros. Conoce nuestras limitaciones, nuestras
debilidades y pecados, y se reafirma en confiar en nosotros e invitarnos a
seguirle.
Esa debilidad nos
descubre la gran importancia del Bautismo. Porque, en el Bautismo recibimos al
Paráclito, que nos acompañará en esa lucha diaria contra nuestras propias
limitaciones, debilidades, pasiones, apetencias, egoísmos y… Y nos fortalecerá
para que podamos salir victorioso de esa lucha de cada día contra nuestra
propia pereza, comodidad y egoísmo.
Digamos sí con decisión y plenitud, y tengamos confianza que en el Señor iremos avanzando, corrigiéndonos y dando el treinta, sesenta o cien por uno de los talentos recibidos en servicio y amor incondicional por amor a los que más lo necesitan.