Esa es la Buena
Noticia, «estamos invitados a vivir plenamente de
gozo y felicidad eterna» Y esa invitación no se puede hacer más
notable y manifiesta. Cada día la Iglesia la renueva y la expande por todas
partes del mundo. En un mundo actual y globalizado será muy difícil no oírla o
conocerla.
El Evangelio de
hoy habla de esa invitación y Jesús, siguiendo su peculiar y hermoso estilo de
anunciarlo, nos lo expone en una hermosa parábola: (Mt 22,1-14): En aquel
tiempo, tomando Jesús de nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo: «El
Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de
su hijo. Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron…
Ahora, es tu
responsabilidad leerla, meditarla y reflexionarla. Porque, solo tú podrás responder
a esa invitación que te hace cada día. Y digo bien, «cada
día» porque cada día se renueva y se hace Buena
Noticia. Dios, tu Padre, sigue pacientemente llamándote e invitándote a ese
Banquete eterno y tú tienes todo el tiempo de tu vida para responder. De ti
dependerá.
Es posible, lo
sabemos, que el mundo, demonio y carne están empeñados en engañarnos. Tiene
mucho poder, más que cada uno de nosotros, y lo utilizar inteligentemente para
confundirnos y seducirnos. Por otro lado, nuestra naturaleza, herida por el
pecado, es débil y fácil de seducir. Nuestras inclinaciones naturales a la
comodidad, egoísmo y satisfacciones se lo ponen muy fácil al mundo, demonio y
carne. Solo hay una manera de vencer, estar injertado permanentemente en el
Espíritu Santo. Ese Espíritu Santo que ha venido a nosotros, para asistirnos,
fortalecernos y ayudarnos, el día de nuestro Bautismo.
De ahí la gran importancia de ser bautizados. Revestirnos de ese nuevo vestido de la Gracia nos dará permiso para asistir a ese Banquete al que somos invitados. No podemos presentarnos allí de cualquier manera. Se hace necesario ir revestidos de la Gracia que nos da la fe, la aceptación humilde y contrita de la invitación a la reconciliación y, de manera especial, la Gracia del Bautismo. No perdamos la oportunidad de aceptar esa invitación de Vida Eterna.