A veces observas,
y eso te llena de satisfacción y júbilo, que muchos se retiran, dejan de
seguirte o, simplemente, se dan de baja de tus páginas de Facebook o Twitter.
Es evidente que te seguirán los que quieres leer la Palabra de Dios o,
simplemente, comentar o reflexionar mis humildes reflexiones sobre la misma. Y
los que no están de acuerdo, o no les gusta dejarán de leerlas y seguirlas.
Una cosa es
evidente, la Palabra es la Buena Noticia que nos trae Jesús expresamente con su
Palabra. Él es la Palabra; Él es la Buena Noticia; Él es el Camino, la Verdad y
la Vida. Y en Él está contenido todo, tanto lo que se ve como lo que no se ve.
Y proclamar la Palabra es hablar de Jesús, de su Vida y Obra.
Y lo podemos hacer,
siempre con buena intención, mejor o peor, pero siempre será su Palabra. Sobre
todo si, al hacerlo, sincera y humildemente nos ponemos en presencia del
Espíritu Santo y dejamos que Él nos aconseje, nos dirija y nos ilumine. Podrá
resultarnos bien o no tan bien, pero a través de ella iremos descubriendo
nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. Caminando en el Señor
encontraremos siempre la Verdad.
Una Verdad que al Padre le ha parecido bien derramar en los sencillos y humildes. Y que Jesús lo alaba y da gracias por ello. Y tal es la gracia que nos dice: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».