jueves, 22 de febrero de 2024

UNA FE EN UNA IGLESIA INDESTRUCTIBLE

Suceda lo que suceda, aunque nos parezca que la Iglesia se hunde y que el mundo, demonio y carne salen victorioso, la realidad es otra. La Iglesia es indestructible y nunca perecerá. Tiene la Palabra de Aquel que siempre la cumple, el Hijo de Dios Vivo, nuestro Señor Jesús, y su Palabra es Palabra – valga la redundancia – de Vida Eterna.

Es posible y necesario que la Iglesia necesita estar siempre en reconstrucción. El Señor la ha dejado en manos del Espíritu Santo, y Él va soplando, reparando, asistiendo y reconstruyendo la semilla sembrada que nuestro Señor Jesús dejó en cada corazón del hombre bautizado y, también, de aquel que, rechazándole, espera pacientemente su regreso a la Casa del Padre.

Nosotros, sus miembros somos débiles, frágiles y pecadores. Con nuestras fuerzas la Iglesia no puede sostenerse. Somos pequeñas piedras que necesitan la Roca – nuestro Señor – donde apoyarse y afirmarse para que el edificio de la Iglesia se sostenga firme y eterno. Por eso, en el instante de nuestro bautismo recibimos al Espíritu Santo, que nos acompañará todo el recorrido de nuestra vida e irá reconstruyéndola y reparándola de todas nuestras debilidades y pecados. Y con su fortaleza y auxilio no decaeremos nunca y nos sostendremos firmes ante las amenazas del mundo, demonio y carne.

Así nos lo ha dicho el Señor, y así se cumplirá: Mt 16,13-19): … Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».