viernes, 30 de noviembre de 2018

EL ENCUENTRO

Resultado de imagen de Mt 4,18-22
No me imagino que todo sucedió tal cual lo escribe Mateo. Posiblemente, Andrés había ya tenido algún contacto con Jesús a las orillas del Jordán y posiblemente había inducido a su hermano a conocerlo. La llamada se produce en un momento donde la respuesta vive ya dentro de cada uno de ellos. Estaban deseosos de saber más de Jesús y sus palabras les atraían.

También nos ocurre a nosotros hoy. Conocemos a Jesús en algún momento de nuestra vida. Nuestra familia, algún amigo o nuestros recuerdos de catequesis de primera comunión. Cualquier impacto despierta en nosotros el deseo de conocer mejor a Jesús, pues dentro de nuestro corazón está viva la llama del amor y el deseo eterno de felicidad. Y Jesús nos habla de eso y nos ofrece la eterna felicidad en el amor.

Ahora, ¿respondemos como Andrés y su hermano Pedro? ¿Creemos que el Espíritu Santo nos transforma y nos ayuda a dar una respuesta coherente y firme? No desesperemos y tratemos de caminar en la presencia de Dios. Quizás con ese esfuerzo ya estás respondiendo a su llamada. Responder es dejar que el Espíritu Santo actúe sobre ti y tu vida se vaya transformando poco a poco. 

Vivir en el esfuerzo de amar y de caminar en la verdad y justicia es ya una respuesta de amor, y para lo cual necesitamos la presencia del Espíritu Santo. Es verdad que todos no tenemos la misma misión ni hemos recibido los mismos talentos, pero, sí, todos podemos ser santos por la Gracia de Dios en la medida que pongamos todo lo que tenemos y hayamos recibido al servicio de Dios. Los caminos son diversos y las funciones también. Necesitamos ir descubriendo a la luz del Espíritu a lo que estamos llamados pues hay diversidad de carismas y funciones.