sábado, 5 de julio de 2025

AYUNO Y ENCUENTRO

Mt 9, 14-17

     En las puertas de un encuentro, tú eres consciente de que tienes que prepararte. Y en la medida que ese encuentro cobra gran importancia, tus preparación debe ser mayor. Y, para ello no escatimarás sacrificios, ayunos y lo que sea necesario. Cualquier estudiante responsable y ávido de superar la prueba hace todo sacrificios y ayunos a su alcance con tal de superar el examen. Luego, lo mismo sucederá mientras no tengamos al Señor con nosotros, sobre todo en víspera de un encuentro con Él. Pero, en su presencia y, ¡Él ya entre nosotros!, todo es gozo, alegría y fiesta.

Manuel meditaba esta lectura del Evangelio tomando su acostumbrado café. Se preguntaba muchas cosas, pero entendía muy bien que solo en la ausencia del Señor era evidente ayunar. ¿Cómo – asentía él también – vamos a ayunar estando con Jesús? En ese momento su meditación se vio interrumpida con la presencia de Pedro. 

—¡Hola, amigo!, parece que hoy has madrugado. Veo que ya has tomado café. Te invito a otro, ¿te apetece? 
—Sí, gracias, te lo acepto. No sé porque razón me he adelantado hoy. Hay días que todo lo haces más rápido y, en consecuencia, llegas antes. Además, hoy parece que me apetecía un paseo mañanero. Quizás sea esa la razón. —¡Oyes!, meditaba sobre este Evangelio de hoy – Mt 9, 14-17. ¿Lo has leído? 
—Supongo que sí, pero ahora no lo tengo presente. ¿De qué se trata? 
—Sobre el ayuno. Se pregunta los discípulos de Juan, el por qué los discípulos de Jesús no ayunan, cuando ello y los fariseos si lo hacen. ¿Tienes tú una opinión? 
—A mi entender, creo que estando con Jesús, el Maestro, no tiene sentido el ayuno. Él es nuestro ayuno, nuestra alegría, nuestra paz y descanso. ¿Qué sentido tiene privarnos y sacrificarnos con ayunos u otras cosas? Estamos con Él, ¿no? Hay mayor alegría. Me parece que he contestado a tu pregunta, ¿no lo piensas así? 
—Supongo que sí. Yo también pienso lo mismo. Cuando lo perdamos, estemos alejados o no lo veamos, necesitaremos ayunar, sacrificarnos, renunciar a todo lo que nos aleja y nos impide acercarnos a Él. Es entonces cuando cobra sentido el ayuno. Entiendo y comprendo ahora el tiempo de cuaresma, es un tiempo que nos prepara, nos recuerda y nos enseña la necesidad de estar preparados ante la amenaza del mundo, demonio y carne. Cuando estamos en Él, nace entre nosotros relaciones y convivencias fraternas.

Había quedado meridianamente claro. El ayuno es necesario en tiempo de desierto, de desencuentro y de búsqueda. Está ya en y con Él, todo se vuelve paz, alegría y gozo. Dios ha nacido, por los méritos de su Hijo – Pasión, muerte y Resurrección – en nuestros corazones. No es momento de ayunar, sino de exultar de alegría, paz y gozo.