Lc 1, 39-56 |
—¿Sabes, Pedro? Estaba pensando que hay muchos que
quieren creer, pero no abren su corazón. Piden un signo, un milagro que
justifique su fe. No se fían, como Tomás, aquel discípulo que dijo: “Si no
veo, no creo”.
—La fe es un don de Dios y, al parecer, muchos no la
reciben. ¿No lo ves tú así?
—Es un don, sí… pero dime, ¿estás tú abierto a
recibirlo?
—Ahora sí que me dejas perplejo. ¿Podemos cerrarnos
nosotros mismos a ese regalo?
—Dedúcelo tú. Pocos hacen caso a los signos que Dios
va dejando en sus vidas. Muchos lo atribuyen a la casualidad, pero casi nadie
se plantea si Dios está presente y llamando a la conversión.
—¿De qué signos me hablas? No entiendo lo que dices.
—Por ejemplo: María, la Madre de Jesús, pudo no creerse lo que el Ángel le
anunció. Y más todavía, cuando Simeón le profetizó —Lc 2, 25-35— el camino
doloroso que recorrería su Hijo. La huida a Egipto, sin ir más lejos, era
suficiente para derrumbar a cualquiera… incluso para dejar al niño. María tuvo
muchas pruebas y razones humanas para cerrarse a la llamada de Dios. ¿No te
parece?
—Sí, creo que sí. Su fe es firme, grande,
maravillosa. Me asombra su entereza y confianza.
—¡En Dios, su Salvador!, termina diciendo ella en el
Magníficat, como respuesta al saludo que le hizo su prima Isabel.
—¡Verdaderamente,
es un ejemplo de obediencia y fe!
—Sí, y además, ahí está un gran milagro. Eso es lo que muchos piden, pero que no ven aunque lo tengan delante.
—¿A qué te refieres? Ahora me dejas intrigado.
—Cuando Isabel advierte la presencia de María,
ocurre algo fuera de nuestro entendimiento. El niño salta en su vientre, Isabel
se llena del Espíritu Santo y exclama: “¡Bendita tú entre las mujeres y
bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la Madre de mi
Señor?”
—¿Y eso es un milagro? No lo veo claro.
—Piénsalo: ¿quién pudo decirle a Isabel que María
llevaba en su vientre al Mesías? María sabía lo del embarazo de Isabel porque
el Ángel se lo dijo, pero Isabel no sabía nada. ¿Cómo, entonces, la recibe como
“la Madre de mi Señor”? No hubo mensajeros humanos… fue obra de Dios. Me parece
un milagro hermoso y una señal para quienes quieren abrir los ojos.
—Después de oírte, creo que sí. Es una llamada a
todos los que queremos creer.
—Exacto. María es la primera discípula de Jesús.
Dijo sí a la invitación del ángel, acogiéndolo en su seno. Su decisión la llevó
a inquietudes y sufrimientos, pero se mantuvo fiel hasta el pie de la cruz. Es
nuestra Madre y nos enseña a derribar la soberbia, enaltecer a los humildes,
colmar de bienes a los hambrientos y vaciar de autosuficiencia a los ricos.
María era de Dios y volvió a Dios, asunta al Cielo. Fiesta que celebramos hoy…
y que un día, con la gracia de Dios, celebraremos junto a Ella en la eternidad.
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