domingo, 20 de diciembre de 2020

UN SÍ DESDE LA LIBERTAD

Lc 1,26-38

La acción del Espíritu Santo no anula la libertad del hombre, ni tampoco la Gracia de Dios, pues, de hacerlo sería contradictorio. Si Dios nos ha creado libres, ¿cómo nos puede después quitar esa libertad?  La razón y el sentido común nos dejan claro que Dios respeta nuestra libertad y no la interfiere para nada. Otra cosa es que nos abra los ojos y nos de la posibilidad de ver más allá de nuestras limitaciones y tener la posibilidad de pedirle esa libertad interior de renuncia a las propias satisfacciones de nuestras apetencias, miedos y seguridades.

María, llena de Gracia, fue libre para tomar una decisión, aceptar la Voluntad y el Plan de Dios o rechazarlo. No era nada fácil, pues ella que tenía su plan y proyecto humano con José se vió en un instante ante la tesitura de elegir un camino u otro. Sin embargo, María no dudó ni un instante, su corazón se abrió a la Gracia de Dios asumiendo y aceptando su Voluntad.

Sus palabras fueron determinantes: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y su "mérito" entre comillas, le brindó al Señor realizar, según su Plan de Salvación, encarnarse tomando Naturaleza humana y venir a este mundo para ofrecerle a los hombre la liberación del pecado y la Vida Eterna. Por eso, María es corredentora con su Hijo porque nos dió su vientre, ofreciéndolo libremente, para que fuese cuna de redención y salvación del Hijo de Dios. Y tú y yo, ¿nos ofrecemos también?