domingo, 1 de octubre de 2017

CUANDO LA PALABRA DUELE

Mt 20,28-32
Hoy, los que tenemos algunos años, extrañamos el cumplimiento de la palabra dada. En tiempos de nuestros padres, decimos, la palabra era ley, y dada, no hacían falta papeles, se cumplía. Hoy, por desgracia, todo ha cambiado. Se da la palabra, pero no se cumple. De tal modo que la palabra ya ha dejado de ser palabra y ha perdido todo su valor.

Podemos decir que el Evangelio de hoy retrata muy bien la época que vivimos. Ambos hijos han faltado a su palabra. El primero le dice que no al padre, pero luego arrepentido va. De cualquier forma, aunque ha cumplido la palabra del padre, no le ha dicho la verdad. Y, el segundo, también le engaña, pues diciéndole que va, no va. La mentira y el engaño es el denominador común.

Sin embargo, hay matices que diferencian a uno del otro. Mientras el primero le dice que no va, trata de decirle lo que siente, pero luego se duele. Reconoce que ha actuado mal y se arrepiente. Eso le hace considerar su respuesta y la cambia. Digamos que se convierte y responde a la llamada del padre. Pero, el segundo, actúa de otra forma. Mintiendo al padre para no desairarle, se deja vencer por la pereza y poco le importa su palabra. Al final no va.

Indudablemente, es el primero quien cumple la voluntad del padre y el que, arrepentido, deja convertir su corazón y seguir sus mandatos. Cuesta levantarnos y vencer nuestra soberbia, nuestra pereza y nuestra vanidad. Rectificar es de humano, pero no es fácil conseguirlo. Ahí está y se esconde nuestro dolor de arrepentimiento, ante la apariencia e hipocresía de la mentira seducida por la satisfacción, el orgullo y el placer.

Es lógico que las prostitutas y publicanos estén más cerca del Reino de los Cielos, porque ellos, a pesar de estar lejos y en principio decir que no, luego suavizan sus corazones y hacen la Voluntad del Padre que está en el Cielo. Porque, no se trata de estar cerca y cumplir, sino de vivir en la Misericordia y el Amor del Padre con todos los hombres.