lunes, 12 de agosto de 2019

TAMBIÉN EN LAS OBLIGACIONES DEL MUNDO


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Mt 17,22-27
Hay momentos algo confusos en los que nos sabes como actuar ni que actitud tomar. Vivimos en una sociedad con obligaciones y derechos y tanto en los unos como en los otros debemos saber estar y actuar. El pasaje de hoy nos muestra una escena diaria de Jesús con sus apóstoles y nos invita a reflexionar sobre su relación con ellos y también con las obligaciones de la sociedad de su tiempo.

Mi primera reflexión es comprender como la masa tiene que ser fermentada por la levadura. Una buena y limpia levadura que llene a esa masa de buenos criterios y actitudes que la hagan crecer en verdad, en justicia y amor fraternal. Lo ha dicho Jesús, el Reino de Dios es como... -Lc 13, 18-21- y eso necesita mucho del concurso del Espíritu Santo. Mejor, diría que sin Él no podríamos nunca fermentar esa masa que es la sociedad en la que vivimos. Fermentarla de los valores que Jesús nos enseña con su Palabra y con su testimonio lleno de amor y misericordia.

También percibo esa familiaridad cotidiana de los apóstoles con Jesús al describir el Evangelio un día cualquiera de la actividad de Jesús en medio de sus apóstoles. Y me imagino que hoy pasa lo mismo. Esta forma de intuir mi relación con Jesús me lleva a preguntarme: ¿Cómo es mi relación con el Señor? ¿Me dejo impetrar de sus Palabras y me abro a su Espíritu? Trato de comprenderle, pues en su momento sus apóstoles no le entendían. ¿Me ocurre a mí lo mismo?

Y todo ello me compromete a situar mi vida de la misma forma que Jesús hizo en su tiempo. ¿Trato de cumplir con mis compromisos sociales y cívicos referidos a los impuestos establecidos? ¿Me interpela mi testimonio respecto a mis obligaciones y compromisos sociales ante la mirada de los que me rodean? Pero, en este contexto al que debo de dar una respuesta desde la Palabra de Jesús que me interpela, experimento también que el Espíritu Santo me acompaña y me auxilia y me asiste y a Él me dirijo para que me dé esa capacidad de discernimiento para, no hacer lo que a mí me parece, sino lo que realmente es bueno para que mi testimonio esté en consonancia con mi fe y según la Voluntad de Dios.