viernes, 24 de octubre de 2025

LA VIDA, UN LIBRO ABIERTO

Lc 12, 54-59

    —Tenía pensado salir este fin de semana —comentaba Pedro, en la tertulia. Al calor de un buen café, compartía con los amigos sus planes familiares del próximo fin de semana. Nos apetece dar un paseo por la costa y tener una comida campestre.

   —No estés muy seguro y toma tus precauciones —dijo Manuel. He oído en el parte meteorológico que hay posibilidad de fuertes vientos acompañados de intensas lluvias. Y, al parecer, no estoy seguro, por la zona costera.
   —Bueno, será cuestión de irse fijando —respondió Pedro. Hoy es miércoles, y todavía quedan varios días para el sábado. ¡Quizás cambie el tiempo!
Sí, es una posibilidad, —exclamó Manuel—, pero no debes dejarte sorprender por el deseo de salir. Sabes que el tiempo se desenreda con rapidez.
  —Lo sé —dijo Pedro. En alguna ocasión me he quedado atrapado en una de esas repentinas tormentas. Aparecen casi de forma imprevista, y te quedas sin capacidad de reacción.
   —Todo esto me hace recordar el evangelio de Lc 12, 54-59, cuando el Señor dice a la gente: «Cuando ven subir una nube por el poniente, dicen enseguida: “Va a caer un aguacero”, y así sucede. Cuando sopla el sur, dicen: “Va a hacer bochorno, y sucede.” Hipócritas: saben interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, pues, ¿cómo no saben interpretar el tiempo presente?».
    —No entiendo bien a qué te refieres, dijo Pedro asombrado.
   —Me refiero a que nos atrevemos a aventurar qué tiempo va a hacer, y nos inhibimos de juzgar lo que es justo. Estamos necesitados de interpretar la Palabra de Dios. Se nos hace presente sin imposiciones, pero para percibirlo es preciso estar atentos, escuchar y saber leer lo que nos quiere decir.
   —Tienes razón —respondió Pedro. Sabemos tantos del tiempo, pero no parece que nos interese saber de las relaciones entre las personas y de la vida. Y, sobre todo, de lo que nos dice la Palabra de Dios al respecto.
 
  La vida y la historia se nos presentan como un libro abierto a nuestra lectura, pero necesitamos saberlo leer e interpretar. Y solo, en la presencia de Dios, podemos encontrar luz para nuestras decisiones.
   Estos son los signos de los tiempos que, como creyentes y como comunidades, estamos llamados a descifrar, con la mirada puesta en Dios.