| Lc 12, 54-59 |
—Tenía
pensado salir este fin de semana —comentaba Pedro, en la tertulia. Al calor de
un buen café, compartía con los amigos sus planes familiares del próximo fin de
semana. Nos apetece dar un paseo por la costa y tener una comida campestre.
—No estés
muy seguro y toma tus precauciones —dijo Manuel. He oído en el parte
meteorológico que hay posibilidad de fuertes vientos acompañados de intensas
lluvias. Y, al parecer, no estoy seguro, por la zona costera.
—Bueno, será
cuestión de irse fijando —respondió Pedro. Hoy es miércoles, y todavía quedan
varios días para el sábado. ¡Quizás cambie el tiempo!
Sí, es una
posibilidad, —exclamó Manuel—, pero no debes dejarte sorprender por el deseo de
salir. Sabes que el tiempo se desenreda con rapidez.
—Lo sé —dijo
Pedro. En alguna ocasión me he quedado atrapado en una de esas repentinas
tormentas. Aparecen casi de forma imprevista, y te quedas sin capacidad de
reacción.
—Todo esto
me hace recordar el evangelio de Lc 12, 54-59, cuando el Señor dice a la gente:
«Cuando ven subir una nube por el poniente, dicen enseguida: “Va a caer
un aguacero”, y así sucede. Cuando sopla el sur, dicen: “Va a hacer bochorno, y
sucede.” Hipócritas: saben interpretar el aspecto de la tierra y del cielo,
pues, ¿cómo no saben interpretar el tiempo presente?».
—No entiendo
bien a qué te refieres, dijo Pedro asombrado.
—Me refiero
a que nos atrevemos a aventurar qué tiempo va a hacer, y nos inhibimos de
juzgar lo que es justo. Estamos necesitados de interpretar la Palabra de Dios.
Se nos hace presente sin imposiciones, pero para percibirlo es preciso estar
atentos, escuchar y saber leer lo que nos quiere decir.
—Tienes
razón —respondió Pedro. Sabemos tantos del tiempo, pero no parece que nos
interese saber de las relaciones entre las personas y de la vida. Y, sobre
todo, de lo que nos dice la Palabra de Dios al respecto.
La vida y la
historia se nos presentan como un libro abierto a nuestra lectura, pero
necesitamos saberlo leer e interpretar. Y solo, en la presencia de Dios,
podemos encontrar luz para nuestras decisiones.
Estos son
los signos de los tiempos que, como creyentes y como comunidades, estamos
llamados a descifrar, con la mirada puesta en Dios.
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