jueves, 16 de enero de 2025

SI QUIERES PUEDES LIMPIARME

Quizás no nos damos cuenta de nuestra miseria. Caminamos inundados por la lepra sin saber que somos leprosos. Leprosos de muchos pecados que se esconden detrás de nuestro egoísmo, avaricia, odio, venganza y soberbia. Nuestro corazón está leproso de muchos pecados y si no lo advertimos nunca pediremos al Señor, el único que puede limpiarnos, que nos limpie.

Posiblemente, peor que la propia enfermedad es el no darte cuenta de que estás enfermo. Porque, el pecado no avisa, ni, en muchos casos duele, ni molesta. La avaricia, el afán de ser fuerte y poderoso lo esconde y sólo el remordimiento de conciencia puede llevarte a notar cierto malestar que te avise y te des cuenta.

Además, hay alguien que está empeñado en que no lo notes, ni incluso que te arrepientas. Te ofrece el mundo y los placeres que se esconden en tu propia carne y pasiones. Y te invita a que disfrutes y te olvides de todo lo demás. Trata de engañarte y de que no te des cuenta de que esa felicidad que te ofrece es efímera y de poco tiempo. Y nunca, por mucho que quiera, será plena.

Es verdad que la propia enfermedad, que tarde o temprano nos llega, nos acerca a Dios, porque el dolor y la pobreza nos mueven a buscar a un sanador. Y ese sanador no puede ser otro sino nuestro Señor y Padre Dios.

Por eso, llegado ese glorioso momento de darnos cuenta de nuestras propias miserias, pidamos con confianza que se haga la Voluntad de nuestro Padre Dios sin olvidar que es nuestro Padre y nos ama con Infinito Amor y Misericordia: «Si quieres puedes limpiarme».