sábado, 30 de marzo de 2024

UN SÁBADO QUE NO TERMINA

Decir que no termina es lo mismo que abrirse a la esperanza. Y el sábado santo, a pesar de ser un día triste y muerto a la esperanza, no es terminante, y menos muerte. Es un día lleno de esperanza y expectante en la espera. María, la Madre, lo intuye, lo cree y se mantiene en espera. Y otros, todavía incrédulos pero confundidos, no entienden nada.

Mientras, otra María se dirige al sepulcro a las primeras horas del domingo. Resignada y dolorida lleva flores con la intención de perfumar el sepulcro. ¡Su espanto es inimaginable, encuentra el sepulcro abierto y vacío! ¿Qué ha sucedido?

Evidentemente, sucede lo que tiene que suceder. Jesús lo había dicho y su Palabra siempre tiene cumplimiento. Nosotros hoy, por el don de la fe, sabemos lo que sucedió, pero, ellos, apóstoles y las mujeres que acompañaban a Jesús no lo podían ni imaginar. Y precisamente, es María Magdalena la primera discípula que anuncia la Buena Noticia: ¡Jesús ha Resucitado!

Ella y ellos, los apóstoles lo han comprobado y lo irán comprendiendo en los próximos cincuenta días hasta Pentecostés. En ese momento vendrá la luz a sus mentes y todo se verá más claro. Mientras, Jesús se les aparecerá y les irá fortaleciendo y preparando hasta la llegada del Espíritu Santo en Pentecostés.

Y ahora es nuestro tiempo. Celebramos ese acontecimiento que se hace presente a cada instante en nuestra vida y se renueva en la Eucaristía en cada celebración. Vivamos pues, abierto a esa esperanza de Vida Eterna que el Señor nos ha prometido y que se cumple con su Resurrección. Amén.