lunes, 24 de julio de 2023

EL MILAGRO DE CADA DÍA

Posiblemente estemos ciegos y no veamos los milagros que se producen cada día. El amor se manifiesta a cada instante en este mundo aunque, aparentemente, aparezca escondido o no tan visible como realmente lo está. ¿Es que no es amor el respeto, la atención al enfermo, el saludo, el servicio y el procurarnos el bien unos a otros? ¿Y no pasa eso a cada instante en muchas partes de este mundo, sobre todo en las familias, que a su vez conforman los pueblos?

Un saludo, una sonrisa, un desear buenos días y que todo vaya bien, son chispas de amor que pululan y brillan a cada momento en los ambientes de este mundo. Es verdad y es evidente que también junto a estos deseos de amor – buenas semillas – también crecen la cizaña, tal y como decíamos ayer, y con la que hay que convivir sin desesperar y con la esperanza de que permanezca firme y productiva la buena semilla.

Si observamos cuidadosamente y con verdadera atención, la presencia de Dios se hace notable y visible a nuestra percepción espiritual. Nuestro corazón vive y goza de sobresalto en sobresalto experimentando la presencia del Espíritu de Dios en cada instante de nuestra vida y en todo lo que nos concierne y se relaciona con nosotros.

 Una mirada tierna, misericordiosa y comprensiva desde nuestra familia; un servicio que busca nuestro confort, nuestro bien y se preocupa de nosotros; unos gestos de amor incondicional de muchos que nos rodean nos hablan de la presencia de Dios en nuestras vidas. ¿No son esos verdaderos milagros que, aunque aparentemente insignificante son de inestimable valor?  

Quizás cuando aparece la cizaña y se ausenta el bien notamos poderosamente el valor y la necesidad del amor y es entonces cuando echamos de menos, apreciamos y descubrimos la presencia de Dios entre nosotros. Es entonces cuando sí advertimos que Dios está plenamente actuando en nuestras vidas y que está presente en nuestro camino. Realmente aquí, entre nosotros, hay uno más importante que todos los signos que quieran ver. Su muerte y Resurrección es el Signo por excelencia.