domingo, 6 de noviembre de 2011

TÚ TIENES TU PROPIO ACEITE

«Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que...

El aceite de tu propia vida no lo puedes compartir con nadie, te va en ello tu salvación. Porque si te distraes o no procuras el suficiente se te puede apagar tu lámpara. Y necesitas mantenerla encendida hasta que llegue el esposo.

Al igual que ayer, el Evangelio de hoy domingo, 6 de noviembre de 2011, nos habla, apoyado en un mal ejemplo, el del administrador injusto, y hoy el de las doncellas que se niegan a compartir su aceite con las necias, a advertirnos de estar atentos y astutos en el primero, y a poner en juego todos nuestros talentos, en el segundo, para proveernos de lo necesario y suficiente ante la venida del Esposo.

La respuesta es personal e intransferible. No me puede ayudar el otro en ese momento. Mi propio aceite tiene que ser repuesto por mí. Nadie responderá en mi lugar. Dependerá de mí, pues, en ocuparme de que mi lámpara esté bien provista y dispuesta a mantener su luz firme y encendida. No me puedo dormir y luego pedir auxilio al que ha permanecido despierto y atento, con su lámpara bien cuidada y plena de aceite.

Que sepa, DIOS MÍO, saber compartir aquello que
se me ha dado para compartir, y, en ese
compartir, alcanzar la Gracia de
tener mi ardiente corazón
encendido para 
cuando TÚ vengas. Amén.

SALMO 62

Mi alma está sedienta de ti, Señor Dios mío. Oh Dios, tú...

Oh DIOS, TÚ eres mi DIOS, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de TI;
mi carne tiene ansia de TI,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Como te contemplaba en el santuario,
viendo tu fuerza y tu Gloria!
Tu Gracia vale más que la vida,
te alabaran mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocandote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho mi acuerdo de TI,
y velando medito en TI,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo.