Mc 7, 31-37 |
Precisamente, hoy sana
a una persona sorda y casi muda. Una persona incapaz de poder relacionarse en
esas condiciones. Y Jesús la pone en situación de poder relacionarse. Nuestros
sentidos tienen esa misión, ponernos en
relación a unos con otros. Pero, una relación de amor misericordioso, tal y
como manda nuestro Padre Dios.
Tal es así que
Jesús encarna esa apertura a la relación con los hombres. Dios se encarna y
toma naturaleza humana para siendo como hombre relacionarse con el hombre.
Diríamos, por la Gracia de Dios, que
Dios, valga la redundancia, Amor Misericordioso Infinito, se muestra y
presenta al hombre para, puesto a su altura, relacionarse con él, amarle y
ofrecerle la salvación eterna. Una salvación que es gozo y plenitud eterna
junto a Él y en su Gloria.
Y esta manera de actuar, respondiendo a la necesidad que le piden para con esta persona sorda y que apenas podía hablar muestra esa relación abierta y generosa que el Señor ofrece al hombre. Una relación fraterna, misericordiosa, de disponibilidad, de verdad y justicia. Una relación definitiva de amarnos como Jesús nos mostró y enseñó a amar.