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(Mt 25,14-30) |
Es justo y hasta necesario dar una vez hayas recibido,
porque siempre puedes compartir de lo que tienes, y también puedes
acrecentarlo. Lo recibido no es para guardarlo en bien y provecho propio. Se
nos ha dado para que tengamos la oportunidad de compartir, y compartiendo,
amar. Sería un gran error enterrarlo en nuestro corazón para no perderlo o
guardarlo para nosotros solos.
Tampoco debemos tener miedo de perder lo que hemos recibido.
Dios nos lo ha dado para que circule en provecho de todos, porque todos somos
sus hijos. Así, los talentos recibidos están destinados para el bien común, y
nosotros somos sólo meros administradores de esos dones recibidos. Eso sí, debemos
poner todos los talentos recibidos, con toda nuestra buena intención, al
servicio de todos sin temor a perderlos.
Nuestra responsabilidad está en hacerlo todo lo mejor que
podamos, sin descartar nuestras limitaciones y posibles errores a los que
estamos sujetos. El Señor nos pide nuestra entrega y disponibilidad. Todo lo
demás dependerá de Él.
Se nos ha dado unos talentos que debemos descubrir y
negociar. Negociar para ponerlos al servicio de los demás y al bien común.
Mirar para otro lado es rechazar nuestra vocación de amar y encerrarnos en
nuestro propio egoísmo.
Danos Señor la fortaleza, la paciencia, sabiduría e
inteligencia para rendir todo lo que me has dado según tu Voluntad. Amén.