lunes, 5 de noviembre de 2018

EL VALOR DE LAS COSAS

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Lc 14,12-14
Tengo que confesar que mido la calidad o la importancia de las cosas por su valor crematístico. De tal manera que cuando compro una cosa, dependiendo de su valor considero que es de calidad o no. Es verdad que normalmente eso es así, pues nadie pone valor a una cosa que no se corresponda con su calidad y su coste. Y si no es así será un engaño.

Pero, si eso puede ajustarse en el terreno comercial respecto a lo material, será diferente respecto a al orden social y espiritual. Es verdad que nadie da nada gratis a la hora de vender o comprar, pero las cosas cambian ante la necesidad y el servicio. Hablamos ante la necesidad de alguien que careciendo de lo imprescindible necesita la asistencia y la gratuidad del servicio necesario para aliviarse y subsistir.

Hablamos de quien, por encima de la especulación y del mercantilismo, está la gratuidad y el servicio de lo necesario e imprescindible.  El servicio de la asistencia, de la ayuda,de la información, de la verdad, del consejo y de la gratuidad sin esperar nada a cambio. Porque, cuando tratas de ayudar hazlo con aquel del que no esperas nada, pues si lo haces con la intención de que te lo devuelvan o conseguir posibles favores en su momento, ya estás pagado o pagada.

Por eso, Jesús nos dice hoy lo siguiente: «Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos».