jueves, 25 de agosto de 2022

¡ESTAD EN VELA!

Mt 24,42-51

A nadie se le esconde que tarde o temprano le llegará la hora de su muerte. Así de trágico pero, por puro milagro, no pensamos en ellos y podemos vivir alegres y con esperanzas. Sin embargo, la realidad es esa y la vemos a diario a nuestro derredor: mueren muchas personas cada día y algunas familias o conocidas de cada uno. Luego, es de sentido común que debemos, al menos de vez en cuando, pensar en esos momentos importante y decisivos de nuestra vida. Porque, hoy o mañana nos puede llegar. No sabemos el día ni la hora y conviene estar preparado.

Pero, la otra realidad es que no sabemos nada al respecto de lo que vendrá luego. Por la fe, los que creemos en la Palabra de Jesús, esperamos la otra vida, la Eterna, y vivimos, en el esfuerzo de hacer la Voluntad de nuestro Padre Dios, con la esperanza de alcanzar esa Vida Eterna en plenitud de gozo y felicidad. Mirar para otro lado me parece, humildemente y desde mi punto de vista, un disparate.

Preguntarnos: Quién soy, de dónde vengo y a dónde voy son interrogantes a los que debemos responder y dar respuestas. De no hacerlo podemos llevarnos una gran y desagradable sorpresa. Qué tengo que hacer en esta vida y cómo lo debo hacer son preguntas que se esconden dentro de nuestro corazón y a las que debemos dar respuesta. Y eso debe preocuparnos. ¿Dónde buscar?

Solo Jesús, el Hijo de Dios Vivo, tiene la respuesta que buscamos: la cuestión es amar como Él nos ama y nos ha enseñado – la Buena Noticia – con su Palabra y Vida. Conviene pues ser sorprendidos en esa tarea del amor. Un amor tal y como Jesús nos enseña a amar.

 

—Se puede amar por nuestra cuenta al estilo de Jesús —preguntó Pedro.

—Puedes hacerlo —dijo Manuel— alguna vez, pero sucumbirás con el tiempo. Nuestra naturaleza está herida y será fácilmente vencida por las seducciones y tentaciones de este mundo, que el Maligno se encargará de ponerte.

—Sí, creo que por nuestra cuenta estamos condenados a quedar atrapados en las redes del demonio.

—Sin el Señor nada podremos, Pedro. Para eso ha venido, para acompañarnos en la lucha de cada día contra el mundo, demonio y carne. Y con su Vida nos lo ha enseñado. Injertados en Él saldremos victoriosos.