martes, 13 de octubre de 2020

LO QUE SE HACE EN EL EXTERIOR TIENE MUCHO DE APARIENCIA

Lc 11,37-41

 

 

En realidad todo lo exterior puede ser carne de apariencia. Al menos es una posibilidad porque nadie puede garantizar que lo externo sea auténtico. La posibilidad de que se haga apariencia y se trate de esconder lo que se es por cuestiones de interés está al filo de la navaja. El tiempo actúa como juez y, tarde o temprano la verdad emerge para poner la realidad en su justo lugar.

Por experiencia sabemos que las verdaderas intenciones del corazón no se pueden conocer y, por tanto, tampoco juzgar. Nadie puede saber lo que esconde el corazón humano y eso le da oportunidad para aparentar y engañar. Es verdad que nosotros nos sorprendemos de muchas cosas  que vemos hasta el punto de criticarlas, sin embargo no miramos para dentro - nuestro interior -  ni reflexionamos sobre nuestras actitudes y actuaciones respecto a nuestros comportamientos. 

Así ocurrió en aquella casa donde Jesús fue invitado a comer: En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entrando, pues, se puso a la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: « ¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! el que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros». 

Tratando de reflexionar, nos preguntamos: ¿No es esa nuestra manera de actuar? Nos importan más las apariencias que la verdad. Metemos la basura debajo de la alfombra y, escondida, aparentamos limpieza. Pero, en realidad, ¿está nuestro corazón limpio de malas intenciones? Indudablemente, aparentamos lo que en realidad no somos y escondemos nuestra realidad. Llevamos siempre nuestra careta de apariencia hasta en el mismo carnaval, donde posiblemente nos la ponemos doble aparentando ser otro.