El que la sigue la
consigue, dice el refrán, y suele suceder así. Cuando alguien se empeña y
persevera, en la mayoría de los casos, alcanza los resultados buscados.
Deducimos con cierta lógica y sentido común que perseverar equivale a insistir.
Jesús nos lo dice muy claramente en Mateo 24, 13: «el
que persevere hasta el fin será salvo». Y basta que lo
diga el Señor para que su Palabra tenga verdadero cumplimiento.
El Evangelio de
hoy sábado nos lo explica muy claramente a través de la parábola del juez injusto.
Nos pone de manifiesto como la insistencia de aquella viuda solicitando justicia
tuvo resultado. Y sucede que muchas veces para quitarnos de encima la lata y
las molestias de los que perseverando e insistiendo claman por justicia les
atendemos y le hacemos justicia.
Si eso ocurre con
los hombres de este mundo, que son injustos, ¿no nos hará justicia nuestro
Padre a aquellos que le suplicamos noche y día confiado en su Amor
Misericordioso? ¿Acaso no ha enviado a su Hijo para salvarnos y liberarnos de
la esclavitud del pecado? ¿Cómo no nos va a atender si se lo pedimos
insistentemente?
Tengamos por nuestra parte perseverancia y confianza en su respuesta. Confiemos en su Palabra depositando nuestra fe en su Infinita Misericordia. Y, para ello, no permitamos que la debilidad, el cansancio y la desesperanza terminen por derrotarnos y nos hagan desfallecer. Seamos perseverantes y no dejemos de insistir y suplicar a nuestro Padre del Cielo. Él nos responderá, pues su Infinito Amor Misericordioso nos salva.