Lc 16, 19-31 |
Posiblemente no
advertimos que sucede a nuestro derredor. Solo nos interesa nuestro yo,
perdemos la noción del tú, y nos relacionamos buscando satisfacer nuestro
egoísmo y, lo que vulgarmente decimos, pasarlo lo mejor que pueda. Nos
olvidamos de los demás ‒ lázaros ‒ y nuestra mirada queda fijada en banquetearnos
mientras vivimos.
Es posible que, si
nos detenemos un poco y pensamos advertiremos que no estamos lejos de esa imagen
que nos da el rico epulón. Los deseos de nuestro corazón miran para nosotros
mismos y solo nos interesa el disfrute y nuestro confort. ¿Dónde está y queda
nuestro amor? ¿Cómo pensamos presentarnos delante de nuestro Padre Dios cuando
nos llegue nuestra hora? ¿Qué le diremos?
¿Conocemos la respuesta que hoy nos da el Evangelio? Supongo que será muy parecida a la que recibiremos nosotros si nuestra vida sostiene la mirada solamente en nosotros, en nuestras egoísmos y satisfacciones. Si no miramos detenidamente a nuestro derredor y descubrimos muchos lázaros sufrientes, necesitados de orientación, de pan, de amor y de descubrir el sentido del Evangelio. Cambiar nuestra mirada no solo es necesario sino que en esa nueva mirada se esconde nuestro gozo y felicidad.