miércoles, 20 de noviembre de 2019

¿QUÉ HACES CON TUS TALENTOS?

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Lc 19,11-28
Es indudable que has recibidos unos talentos y que, aparentemente tuyos, tendrás que administrarlos. Ahora, dependerá de esa administración que tu verdadero destino sea alcanzado, que no es otro, seas consciente o no, que alcanzar la dicha y el gozo de la Vida Eterna. Porque, ese destino es lo que está sellado y anhela tu corazón. Dicho con otras palabras, tu salvación está en la forma o manera con la que tú administres y des utilidad a los talentos que has recibido gratuitamente.

Esa es la clave y la cuestión que te plantea tu vida y tu existencia a lo largo de este camino por el mundo en que vives y en la época que te ha tocado peregrinar hacia la Casa del Padre. Has recibido unas cualidades o talentos en especies, es decir, en habilidades, inteligencia, astucia... en incluso riquezas. Directamente de Dios o indirectamente a través de tus padres y circunstancias de tu vida misma. De una u otra manera han sido puestas en tus manos para que las administres pensando en el bien de los demás, sobre todo en aquellos más necesitados.

Ahora, la decisión también la ha dejado Dios en tus manos. Es tuya y puedes elegir enterrarlos por miedo a perderlos, por comodidad, por pereza o no darle ninguna utilidad para el bien de los demás pensando solamente en tu propio bien y beneficio. El Evangelio de hoy te plantea ese disyuntiva, eliges ganarte la vida para disfrutarla desde una actitud egoísta, o te abres a darla, compartiendo todo lo recibido para bien de los demás.

También, el Evangelio, te descubre el resultado final, al que, tarde o temprano, llegarás a experimentar y a vivir según hayas decidido ir en una dirección u otra. Tú tienes la palabra: Y dijo a los presentes: ‘Quitadle la mina y dádsela al que tiene las diez minas’. Dijéronle: ‘Señor, tiene ya diez minas’. ‘Os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí’». Y habiendo dicho esto, marchaba por delante subiendo a Jerusalén.