domingo, 16 de julio de 2023

NOS TOCA SER TIERRA FERTIL PARA QUE MUERA LA SEMILLA Y DÉ BUENOS FRUTOS .

No te fijes en los resultados porque te desanimarás. No nos corresponde calcularlos ni cosecharlo. Los frutos los recogerá nuestro Padre Dios, Señor de la Creación. A ti y a mí nos toca ser tierra buena para que la semilla sembrada por el Sembrador muera y dé los frutos esperados desde la gratuidad y la perseverancia, desde el esfuerzo sincero y humilde entregado plenamente. Lo demás será cuestión del Señor.

El Sembrador sabe que la semilla corre peligro: tierra de camino, pájaros, calor, vientos, abrojos, terrenos pedregosos, zarzas y otras dificultades amenazan con no dejar que la semilla germine, muera y dé frutos. Así y todo el Sembrador sale a sembrar en todo terreno sea de la condición que sea. A pesar de todo sale a sembrar y esparce la semilla independiente de que pueda tocarle alguna de esas tierras u orillas del camino donde sea presa del peligro que la amenaza.

Evidentemente, los frutos dependerán del Sembrador que quien esparce y siembra la semilla. A nosotros nos toca ser tierra y dependiendo de la condición que sea esforzarnos en limpiarla y prepararla para que sea tierra buena, tierra limpia de durezas, de abrojos y piedras para que fertilizada y abonada dé buenos frutos.

Es evidente que el Sembrador no se fija en su rentabilidad, acepta de antemano el fracaso de que muchas queden ahogadas o engullidas por tierra de camino, pájaros, abrojos, pedregales, zarzas, vientos, calor, profundidad…etc. Sin embargo sigue adelante sin mirar el resultado ni los frutos. Observamos que su Misericordia es Infinita.

Algo parecido nos ocurre también a nosotros. Nosotros, la tierra a la que es echada la semilla necesita prepararse, limpiarse, dejarse abonar – Sacramentos – y estar siempre abierta y disponible a, recibida la semilla – Palabra de Dios -, a dejarse empapar como la lluvia y nieve hasta germinar y dar frutos.

Ahora, tengamos en cuenta que nuestra no es tanto dar frutos como poner las condiciones para que los frutos se den. Si, nosotros, la tierra, posibilitamos que la semilla muera, los frutos nacerán por la Gracia de Dios. Porque es Él, el Sembrador, quien recogerá los frutos derivados de la siembra de su Palabra.